Columnas

La Tercera: Violencia e intolerancia

La constante presencia de partidos e instituciones políticas en los últimos puestos de confianza ciudadana ya no sorprende. Sin embargo, el verdadero problema surge cuando esa desconfianza desemboca en la desvalorización de la democracia como estilo de vida, propiciando la intolerancia, la violencia y el autoritarismo.

Las problemáticas de confianza generalmente están vinculadas a la sospecha y los casos de corrupción en el ámbito político, así como a promesas incumplidas y la falta de competencia de algunas autoridades. Además, la confianza se desvanece cuando la política se convierte en un catalizador de violencia en diversas formas, contribuyendo a la ya existente sensación de inseguridad derivada de la delincuencia. Resulta inquietante que los políticos chilenos sean percibidos como un grupo propenso a la violencia.

Nuestro estudio, titulado “Violencia societal, más allá de la criminalidad” y aplicado a 700 personas del Gran Santiago en septiembre, arroja datos reveladores sobre estos aspectos. Al preguntar sobre los grupos sociales percibidos como más violentos (con respuestas múltiples que suman más del 100%), los inmigrantes encabezan el ranking con un 44%, seguidos por los barristas de fútbol con un 42%, los comerciantes ambulantes con un 41%, los choferes de autobús y automovilistas con un 35%, y finalmente, los políticos con un 34%. Es preocupante que los políticos se encuentren entre los cinco grupos más violentos, a pesar de que la gente interactúa con ellos de manera menos directa en comparación con otros grupos. Las fuerzas de seguridad, las fuerzas armadas, los presentadores de televisión y radio, así como los influencers, se sitúan mucho más abajo en la lista.

Cuando indagamos sobre qué personajes públicos se perciben como emisores de mensajes de odio, más del 50% de las menciones recaen espontáneamente en políticos. Las principales plataformas para percibir esta violencia son las redes sociales, los noticieros y los programas de debate político. Es esencial abrir una reflexión profunda sobre el papel de los medios en la propagación de la violencia.