Como un problema particular, que también tiene implicancias regionales e, incluso, mundiales. A grandes rasgos, así definió la exjefa de asesores de La Moneda, Lucía Dammert, el presente de Ecuador en una de las mayores crisis de seguridad de sus últimos años. En entrevista con La Tercera, la académica también señaló las similitudes y diferencias entre la realidad chilena y la ecuatoriana.
La crisis de seguridad pública que se desató en Ecuador tras el escape de la cárcel del líder narco José Macías, alias “Fito”, los amotinamientos en cinco centros penitenciarios y numerosos hechos criminales en ciudades del país, encendieron las alarmas en toda la región. En conversación con La Tercera, la socióloga, doctora en Ciencia Política y exjefa de asesores del Presidente Gabriel Boric, Lucía Dammert, planteó que se requiere de una estrategia integral para combatir este tipo de hechos.
Si bien explicó que en Chile no estamos “en riesgo de mañana estar en la misma circunstancia que Ecuador”, sí señaló que debemos “tomar nota” de lo que ocurrió en el país del norte de Sudamérica. Para la académica, la crisis que enfrenta el gobierno de Daniel Noboa responde a factores como su posición geográfica –y el consecuente rol en el paso de la droga–, el abandono del sistema carcelario y la ausencia de una inteligencia robusta a nivel local, pero también regional.
¿Cómo se explica lo que está ocurriendo en Ecuador?
El proceso de Ecuador es uno de larga data que incluye la formación de pandillas carcelarias y territoriales bastante fuertes, y con dominio de algunos mercados ilegales. Ese es un elemento. Un segundo elemento es la transición o el cambio en las rutas del negocio de las drogas en el mundo, en general, pero en particular en América Latina. Y un tercer elemento, que me parece que es bien importante, es también la debilidad o la porosidad que hay en las fronteras de América Latina, especialmente en las ecuatorianas con Colombia y con Perú. Esto permite la consolidación de estos grupos criminales, pero también de los mercados ilegales. Todo eso lleva a un cuarto elemento que es el enfrentamiento de diversos grupos y luego el rol del Estado por el control del tráfico de drogas.
¿Existe alguna similitud en lo que, por ejemplo, Colombia y México vivieron en las décadas pasadas, con lo que actualmente ocurre en Ecuador?
Hay varios elementos del problema que son similares. La primera es que esto está muy vinculado a la construcción y el desarrollo del mercado ilegal del tráfico y venta de drogas. Lo segundo es que es un fenómeno transnacional, porque más del 80% de la cocaína del mundo se sigue consumiendo en Estados Unidos y se sigue produciendo en el sur de América Latina. Eso mismo impactó sobre los cárteles en México y sobre los de Colombia. Un fenómeno que es distinto al colombiano y al mexicano, es que en el peor momento de la violencia en Colombia tú tenías grandes carteles, que tenían presencia territorial. Lo mismo en México. Hoy, en todos estos países tienes un mayor número de pandillas o grupos criminales, los que son más diversos, y por ende, hay también enfrentamientos distintos.
¿Qué hay de una comparación entre Ecuador y el Chile actual? ¿Los puntos de conexión entre ambas realidades son más que las diferencias, pensando en la presencia de puertos como San Antonio y Guayaquil, o es al contrario?
El principal elemento que genera estos niveles de violencia y estos niveles de organización en Ecuador, es que este pasa a ser un jugador importante en el tráfico de drogas global. Y pasa a ser un lugar muy relevante en el tráfico de drogas hacia Estados Unidos y Europa. Entonces sí que la cercanía geográfica o estratégica tiene un rol muy importante. Vamos a ponerlo así: ¿qué nos permite aprender lo que está pasando en Ecuador? Nos permite aprender cuatro cosas. Uno, que así como casi todo el mercado mundial, las drogas, las armas y muchas otras cosas de mercados ilegales se están moviendo por vías marítimas, y por ende, esto requiere de un fortalecimiento muy grande de las investigaciones y de las capacidades estatales de puertos, aduanas, y fronteras en general. El segundo elemento es que hay que tener muchísimo cuidado en el abandono de los sistemas penitenciarios. Cuando tú tienes sistemas penitenciarios colapsados, básicamente abandonados por el poder político o por la presencia del Estado, que se convierten en espacios de autoconstrucción de organizaciones criminales, luego, lo que sale de ahí es profundamente violento, y eso lo hemos visto tanto en Ecuador como en Brasil y en otros países. Eso es muy importante porque acá pareciera que pensamos que meter a la gente presa es la solución al problema y muchas veces es el inicio de otro problema. Lo tercero que muestra el caso de Ecuador es que los mercados ilegales tienen tal cantidad de dinero que tienen también mecanismos de corrupción institucional, los que van limitando las posibilidades de los Estados para responder. Por ende, se requieren muchísimas más estrategias. Al crimen organizado no lo vas a enfrentar solo con autos policiales y mayor presencia policial. Muy por el contrario, requieres de mucha más inteligencia, investigación, seguimiento de dinero, en fin. Entonces, con esos elementos uno puede aprender del caso ecuatoriano, así como aprende de otros casos. Porque yo no creo que nosotros, en Chile, por su localización, por el tamaño del mercado de consumo interno, por las capacidades estatales que todavía hay, estemos en riesgo de mañana estar en la misma circunstancia que Ecuador. Pero, efectivamente, tenemos que tomar nota del problema, tanto en ese país como en otros de América Latina, para sofisticar la forma como estamos respondiendo al fenómeno en general de los mercados ilegales.
En propuestas concretas, ¿qué podría hacer Chile para nunca tener que llegar al punto que cruzó Ecuador?
Varias cosas. Lo primero es entender el problema de las drogas, no como un problema de grupos criminales extranjeros, únicamente, y que por ende la solución es la deportación, o como un problema de vendedores locales de droga y, por tanto, la solución es meter presos solamente a los vendedores pequeños en las esquinas. El fenómeno de las drogas, así como otros mercados ilegales, requieren respuestas institucionales que pongan énfasis, por ejemplo, en el fortalecimiento de la capacidad de fiscalización de aduanas; que pongan mucha más inteligencia sobre el trabajo de los puertos; que fortalezcan la policía marítima; que avance con mucha más fortaleza, no solo en la presencia en las fronteras, sino en la fiscalización efectiva; requiere una estrategia de prevención, no solamente en lucha contra la corrupción, que en eso hemos avanzado, sino que también en la prevención de espacios posibles de desarrollo de actividades de corrupción de diversas organizaciones criminales, vinculadas a muchos mercados. Y luego, también necesitas enfrentarlo con una política penitenciaria mucho más profunda, que evite el contagio criminal, que evite que la cárcel siga siendo, o se consolide, como una universidad del delito.
En una mirada regional, ¿cómo se debería tratar el tema de seguridad a nivel latinoamericano, considerando que, por ejemplo, bandas como el Tren de Aragua, que se iniciaron en cárceles venezolanas, tienen presencia confirmada en numerosos países, como Colombia, Perú y Chile, entre otros?
Sin ir muy lejos, en el caso ecuatoriano hay ya un reconocimiento de presencia de organizaciones europeas. Por eso te digo que es muy importante la localización global del rol que tiene Ecuador en ese tránsito de drogas. Evidentemente, lo que estamos haciendo no está funcionando. Seguir pensando que la lucha contra las drogas va a tener una solución desde el punto de vista del control, me parece que es casi un mito. Cuando uno tiene un mercado ilegal, es porque hay una demanda. Y en el tema de las drogas, la demanda ha aumentado significativamente post-Covid en muchos países. Creo que también en América Latina, ya no Chile, porque esta no es una resolución individual, la región tiene que empezar a mirar también cuál es la consecuencia de la guerra contra las drogas con una política solo de policía, justicia y castigo, digamos, cuáles han sido los resultados. Y si tal vez, como región, tenemos que avanzar en un mecanismo mucho más fuerte de regulación de ciertas drogas, de regulación de ciertos mecanismos y ciertos espacios de informalidad y legalidad. También América Latina debería jugar un rol mucho más clave en la lucha contra el lavado de activos. No todos los países tienen las capacidades de enfrentar los dineros negros que están llegando para inversiones diversas. Y por supuesto, mientras eso no suceda, en el tema del narcotráfico y, en general, en la situación de los mercados ilegales, necesitas una mejor coordinación. El propio ministro de Defensa peruano (Jorge Chávez) mencionó que parte importante de las armas que han sido encontradas en manos de los criminales son armas que vendrían de lugares oficiales del Perú, o sea, de las policías o los militares. Entonces, nuevamente, debemos reconocer que parte del problema es que acá no hay un bando de buenos y un bando de malos. Acá lo que tenemos es una precarización y un deterioro general del sistema. Entonces hay demasiadas personas que están, vía la corrupción, probablemente, facilitando que este tipo de cosas finalmente ocurran. Ahí necesitas una estrategia regional. Pero yo no soy nada optimista con aquello, porque las instituciones multilaterales están mucho más débiles de lo que han estado nunca.
¿Considera correcta la decisión del Presidente Daniel Noboa de decretar “conflicto armado interno” y utilizar a las Fuerzas Armadas para recuperar el control del Estado de derecho, en un contexto tan extremo como al que se llegó estos últimos dos días?
Yo creo que hay que mirar el fenómeno ecuatoriano con más cuidado. ¿Qué te podría decir basada en la experiencia general? Cuando el Estado pasa a ser un actor violento más en un enfrentamiento entre grupos criminales, que pareciera que es parte de lo que está sucediendo en Ecuador, no se disminuyen las matanzas, sino que más bien aumentan. Y eso está ultraestudiado en el caso mexicano. Por otro lado, cuando abres los mecanismos o permisos para la utilización de armas para los agentes estatales, esto muchas veces trae, no solamente un uso innecesario de la fuerza, violación de derechos humanos, etcétera, etcétera, visto en muchos de los países donde esto sucede, sino que también una espiral de violencia de mucho más largo plazo. Eso es lo que uno ve en los casos centroamericanos. Entonces, si bien esto merece una respuesta muy fuerte del Estado, cuando tú llegas a una situación donde lo que te sobra en un país son los jóvenes dispuestos a participar en organizaciones criminales por muy poco dinero, jóvenes que tienen claramente problemas de consumo de drogas, que tienen acceso a armas de forma casi ilimitada, no vas a solventar el problema metiéndolos detenidos. Porque te sobra gente de recambio para esa tarea. Lo que uno esperaría del Presidente Noboa, una vez pasada la crisis más específica, es que no se quede solamente en el tema militar, sino que avance también en los temas más estructurales, que se han estado tratando de enfrentar en Ecuador en los últimos años, pero que ha sido bastante difícil porque ya las organizaciones están muy instaladas.