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La Tercera | Lecciones de los fracasos constituyentes

Lo dijimos antes, no resulta sorprendente que el casi 56 % de votos en contra refleje la profunda crisis de confianza que atraviesa la política. No hay motivos para celebrar. Este resultado constituye una evaluación desastrosa de toda la “clase política”. Su incapacidad para consensuar un proyecto mínimo de país para ofrecer a los chilenos, sumada a una campaña altamente tóxica, ha dejado al descubierto la falta de dirección y liderazgo.

Si consideramos el intento previo liderado por Bachelet, sería la tercera vez que fracasamos en un proceso constituyente. A pesar de la gravedad y la vergüenza de esta situación, es imperativo extraer lecciones de estos tres fracasos y comenzar un nuevo ciclo en la política chilena para superar esta decadencia. A continuación, destacamos tres lecciones clave con la esperanza de contribuir a una discusión más profunda.

La primera lección es que no debemos desaprovechar las oportunidades propicias para avanzar en reformas que son difíciles de lograr. La decisión de Piñera de desechar el proceso iniciado por Bachelet fue un error, ya que la contención de reformas significativas conduce a crisis institucionales más severas en el futuro. Esta reflexión debe inspirar la recuperación de consensos existentes en asuntos constitucionales y promover avances en los ámbitos social y económico dentro de un Estado Democrático y Social de Derecho.

Del segundo proceso debemos aprender que los excesos ideológicos y discursivos, junto con una baja calidad en la deliberación, pueden revertir el apoyo electoral inicial, por más significativo que sea. Además, la elección de independientes sin vínculos partidarios no es recomendable, ya que suelen actuar de manera similar a otros políticos, pero con menos coordinación y disciplina para generar acuerdos.

El tercer proceso enseña la importancia de la unidad en situaciones institucionales delicadas que comprometen la estabilidad del sistema. Es crucial indicar a la ciudadanía que se ha tomado conciencia de la gravedad del problema y que se busca avanzar más allá de las diferencias. Asimismo, se debe reconocer que los grupos de expertos, bajo condiciones específicas, pueden producir acuerdos de manera más eficiente que los representantes electos.

La incapacidad de lograr una nueva constitución debe instarnos a reflexionar sobre la dirección de nuestros procesos políticos. Estamos dilapidando un capital importante que poseía Chile: la seriedad de sus élites políticas y la capacidad de generar consensos. Aprovechemos los acuerdos transversales que nos han dejado estos procesos para concretar reformas a la actual Carta mediante el Congreso.

¿Cómo deberíamos sentarnos a la mesa? Con humildad, reconociendo nuestras fallas y asumiendo la responsabilidad de revitalizar la democracia amenazada por la falta de eficacia.

Daniel Grimaldi, director ejecutivo de Chile 21.