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Caída del crecimiento: la cuestión de fondo

  • La decisión del Banco Central de recortar la tasa de interés ha generado gran agitación en medios económicos.
  • La concentración del debate en el corto plazo demuestra la enorme gravitación de las actividades financieras en Chile. Sin embargo, otras son las cuestiones de fondo.
  • La expectativa de crecimiento subyacente al actual programa de gobierno apuntaba a un 4% promedio. La confrontación con el 1,9% real fue dura.
  • El debilitamiento del crecimiento de la economía chilena no es esencialmente imputable a factores coyunturales; data de finales de los años 90 y sus claves pasan por el tipo de estructura productiva de los últimos cuarenta años.
  • La caída sistemática de la competitividad de la economía chilena desde el año 2000 se vincula con la falta de respuesta por parte del mundo empresarial frente a las dinámicas de la demanda internacional: produce lo mismo, más o menos de la misma manera.

La prensa económica se declaró sorprendida por la decisión del Banco Central del viernes 7 de junio de recortar por primera vez en los últimos diez años la tasa de interés de política monetaria llevándola de 3% a 2,5%. Los argumentos del Central hacen referencia a la guerra comercial que se libra entre EEUU y China, la apreciación global del dólar y la caída en el precio de las materias primas. En un cuadro en donde el crecimiento del PIB está por debajo de su estimación tendencial y la inflación sigue todavía por debajo del rango meta del 3%, el instituto emisor estimó necesario “recalibrar el impulso monetario”.  La decisión del Banco Central ha generado un gran debate y mucha agitación en los medios económicos.  Se trata, sin embargo, de una discusión sobre márgenes estrechos que no enfrenta la cuestión de fondo.

La atonía del crecimiento ha tenido consecuencias políticas muy directas. En importante medida, Sebastián Piñera ganó la última elección presidencial por su promesa de mayor crecimiento y más empleos. Los resultados no han sido auspiciosos y el gobierno sufre las consecuencias. Su cota de popularidad de acuerdo a la encuesta Criteria Research del mes de mayo cayó por debajo del 30%, en tanto que su rechazo trepa a cerca del 60%.[1] Más aún, como lo ha puesto de relieve en días pasados Ricardo Ffrench Davis[2], la evolución de la economía ha sido paradojal.  Aunque la tasa promedio de crecimiento durante el gobierno de la presidenta Bachelet apenas bordeó el 2%, lo cierto es que el repunte registrado en los últimos trimestres del 2017 hizo posible que el segundo gobierno de Sebastián Piñera despegue con una economía en franca recuperación respecto de los bajos niveles predominantes durante los años anteriores, con tasas del orden del 4%. Según previsiones formuladas por el propio Banco Central para el 2020 y el 2021, podría ocurrir que el presidente Piñera entregue el Gobierno en marzo del 2022 con una economía cuyo crecimiento esté por debajo del nivel en que la recibió.[3]

De manera general, la noticia de la baja de tasa de interés fue muy bien recibida, aunque ante lo obvio de la medida resulta llamativa la sorpresa que generó en varios analistas de la plaza. “Alguien tiene que bajarse a empujar el auto, si no, el auto queda estancado” afirmó Vittorio Corbo, ex – presidente del Banco Central. Sin embargo no plantea interrogante alguno –al menos, no en la prensa- respecto del estado del auto, o de la pérdida de potencia por el desgaste de sus motores.

Esto es muy expresivo del tipo de debate que ha predominado durante las últimas décadas en Chile. En proporción al tamaño del país, existe una prensa económica significativa, reflejo de la importancia que ha adquirido la economía en el conjunto de la vida nacional. Los principales diarios dedican una cantidad importante de páginas a lo que se ha dado en llamar “economía y negocios”. A su vez, existen dos periódicos dedicados exclusivamente a estos temas: El Pulso y El Financiero. Un mínimo examen indica que en esas páginas hay mucho más de negocios que de economía. De hecho, si en las páginas políticas de estos medios se puede observar cierto pluralismo, los espacios económicos son una suerte de coto de caza reservado de manera abrumadora a las opiniones de los economistas más apegados a las ideas de corte neoliberal. Si  en el New York Times es posible leer a menudo opiniones de economistas heterodoxos como Joseph Stiglitz o Paul Krugmann, en nuestros medios esas opiniones son escasas y marginales.

El debate económico chileno está extremadamente concentrado en el corto plazo. No es casual. A fin de cuentas responde a la enorme gravitación de la dimensión financiera. En ese ámbito, las variaciones diarias, irrelevantes desde el punto de vista de las tendencias de fondo de la economía real, pueden tener efectos significativos en los patrimonios de los actores que participan de actividades que se asemejan más a casinos que a emprendimientos productivos. En la economía chilena las finanzas no son un instrumento al servicio de las necesidades de la producción. En la realidad las cosas parecen funcionar al revés: la actividad productiva está subordinada a los intereses de las finanzas al punto de que no es una exageración afirmar que, finalmente todos, productores y consumidores, terminan trabajando especialmente para los bancos.

No se trata de hacer caso omiso del análisis de la coyuntura, sino de tener presente que cada economía tiene la coyuntura de su estructura. Es una evidencia que las condiciones internacionales más o menos adversas afectan de manera importante a una economía tan abierta como la chilena. La ofensiva desatada por la administración norteamericana en contra de China tiene un efecto negativo sobre la actividad y el comercio mundial. Ahora bien, las mismas tendencias internacionales impactan de modos diversos a cada economía de acuerdo… a su estructura.  El debilitamiento del crecimiento de la economía chilena no es esencialmente imputable a factores coyunturales. Se trata, por el contrario, de una tendencia que se viene manifestando, con algunas alteraciones, pero de modo persistente, desde finales de los años 90 del siglo pasado. De tasas promedio por sobre el 6% entre 1990 y 1998, hemos pasado a tasas que en el promedio de los últimos años no superan el 3%.

La “opinión publicada” en materia económica hace poco caso de este hecho fundamental y prefiere centrarse en cuestiones más bien secundarias. En el último tiempo la moda ha consistido en responsabilizar de nuestro magro crecimiento a las reformas del segundo gobierno de la presidenta Bachelet. Es efectivo que la reforma tributaria puesta en práctica durante ese gobierno no fue suficientemente promotora de la inversión y que la reforma laboral dejó sin resolver muchos problemas que afectan tanto a trabajadores como empresarios. En los hechos, el escenario económico subyacente al programa de ese gobierno partía de un supuesto profundamente errado al asumir como asegurado un crecimiento en torno al 4% promedio para el período. La confrontación con la realidad de un crecimiento promedio del 1.9% fue dura.

La cuestión de fondo de nuestro bajo crecimiento resulta del tipo de estructura productiva que lo ha sustentado durante los últimos cuarenta años. Este es el quid de la cuestión.  A esto se suma la falta de competencia en muchos mercados y las ineficiencias e insuficiencias del sector público.Nos concentraremos aquí en las limitaciones de nuestra estructura productiva.

Contrariando todos los pronósticos, los primeros años de la transición a la democracia correspondieron a una fuerte expansión económica. Allí se forjó el gran prestigio que alcanzó Chile como país capaz de compatibilizar apertura política con apertura económica, profundización democrática con crecimiento acelerado. Una tremenda novedad en el escenario latinoamericano. El estímulo, en realidad modesto, a una segunda fase exportadora[4] hizo posible durante los 90 una cierta diversificación en la dirección de producciones con mayor valor agregado. El auge de la industria vitivinícola y de la salmonicultura data justamente de esos años. Sin embargo, en lo esencial, la estructura productiva se mantuvo ampliamente dominada por las exportaciones de materia primas con bajos niveles de elaboración.

Nuestra especialización internacional es extremadamente clásica. Somos fuertes en rubros en general poco dinámicos de la demanda mundial y nuestras formas de producción no han sufrido grandes alteraciones. Es decir, por más de dos décadas produjimos lo mismo más o menos de la misma manera. Aquí radica la razón principal de la caída persistente de nuestra productividad. Los motores que hicieron posible el gran dinamismo de mediados de los 80 y buena parte de los 90 han perdido fuerza y no han surgido otros capaces de sustituirlos. El caso de la minería del cobre, por muy lejos nuestro principal rubro de exportación, es extremadamente ilustrativo. La caída en la ley de los minerales obliga a intensificar los esfuerzos para mantener los mismos niveles de producción. A falta de innovaciones tecnológicas mayores, la productividad no puede menos que ser descendente.

En la medida en que el espacio nacional fue demostrando sus límites para sustentar ese tipo de crecimiento, la respuesta del mundo empresarial no consistió en dar un salto hacia adelante tratando de avanzar en la creación de nuevas ventajas en áreas de mayor agregación de valor,   o hacia atrás, en la provisión de insumos o determinados bienes de producción. Así por ejemplo, la propuesta de pasar de la producción de cobre a una verdadera “industria minera” sigue flotando como una idea atractiva sin contenido.

La respuesta empresarial frente a los límites del crecimiento extensivo en el espacio nacional fue apostar por la internacionalización, pero de las mismas actividades. Así fue como se generó un cierto boom de la inversión extranjera chilena en los principales países de la región: Argentina, Brasil, Colombia y Perú, que en la actualidad acumula un stock cercano a los US$ 100 mil millones. En esos países las empresas chilenas conquistaron posiciones importantes de mercado en los sectores que tenían bases muy consolidadas en Chile. El ejemplo más clásico es el del retail que se ha abierto exitosamente paso en las principales ciudades de esos países. Con todos sus méritos, esos desarrollos no permitieron pasar a una nueva etapa más desafiante del desarrollo exportador.

No es casual la abrupta caída de la competitividad de la economía chilena, puesta de relieve en el ranking elaborado por el Institut for Managament Development. El lugar de Chile viene cayendo sistemáticamente desde el año 2000. En los últimos años el país retrocedió siete lugares situándose en el puesto 47 de una muestra de 63 países[5]. Estos datos llevaron a un agudo comentarista a describir a la economía chilena como un “viejo crack[6]” que alguna vez maravilló con sus espectaculares performances pero al que sólo le quedan más bien los recuerdos de las glorias pasadas.  Varias expresiones aluden a esta problemática como “la maldición de los recursos naturales” y “la trampa de los países de ingresos medios”. Sin embargo, la historiografía económica chilena entrega claves interpretativas relevantes. Ya en 1958, Aníbal Pinto sostiene que entre 1830 y 1930 Chile dispuso de todas las condiciones del modelo clásico y que, pese a sus progresos, no consiguió liberarse de las limitaciones de una estructura subdesarrollada, subordinada al comercio y a la monoexportación [7]. De esta forma, y según las propias palabras de Pinto, el desarrollo no pudo “tomar cuerpo”. Casi 100 años después, la historia parece repetirse y Chile estaría al borde de constituir un nuevo “caso de desarrollo frustrado”.


[1] https://www.criteria.cl/wp-content/uploads/2019/06/ACC-Mayo-2019.pdf

[2] Ricardo Ffrench-Davis, La economía chilena con Piñera 1, Bachelet 2 y Piñera 2, 22/5/2019.

[3] Informe de política monetaria, junio 2019. https://www.bcentral.cl/web/guest/-/informe-de-politica-monetaria-junio-2019

[4] Carlos Ominami y Roberto Madrid, La inserción de Chile en los mercados internacionales, https://www.cesoc.cl/catalogo-historico/1990/la-insercion-de-chile-en-los-mercados-internacionales/

[5] https://www.latercera.com/pulso/noticia/chile-baja-7-puestos-raking-competitividad-mundial-sigue-liderando-la-region/673967/

[6] https://www.latercera.com/opinion/noticia/viejo-crack/680062/

[7] Editorial Universitaria, 1958