Por Daniel Grimaldi
Tras haber asumido la sucesión de Hugo Chávez, Nicolás Maduro no ha hecho otra cosa que perder apoyo y llevar al país a la ruina. De 8 millones de votos que logró Chávez en 2012, hoy Maduro pretende sostener dudosamente el régimen con poco más de 5 millones y con más del 80% de la población sumida en la pobreza. El argumento de un ataque terrorista desde el extranjero a su sistema electoral es la excusa perfecta para urdir un fraude y a estas alturas las dudas son más que fundadas.
Maduro no querrá pasar a la historia como el sepulturero de la revolución bolivariana de Chávez y no tiene ningún incentivo para dejar el poder: pleno dominio del aparato estatal, de las Fuerzas Armadas y apoyo de Rusia, China e Irán para levantar su deteriorada industria petrolera. Para la oposición tampoco es una sorpresa y ante un eventual fraude se anunciaban fuertes movilizaciones para presionar al gobierno a mostrar la verificación de los votos en las actas. Aquí, la cuestión del rol de los militares para evitar una masacre de civiles y la presión internacional serán determinantes; el caso de Venezuela parece no estar cerrado completamente.
¿Qué puede hacer Chile frente a esta situación? A pesar de no tener relaciones comerciales importantes con Venezuela, la política venezolana sí importa para Chile. Los 500 mil venezolanos presentes en nuestro país se han transformado en la primera comunidad extranjera, no exenta de controversias. La coordinación con el gobierno de Maduro para frenar la inmigración irregular y el crimen organizado que ha sido muy deficiente, con entorpecimientos y ofensas graves por parte de las autoridades caribeñas, muestra que estuvimos lejos de lograr un buen entendimiento con el régimen chavista. Menos ahora que Maduro ha solicitado retirar el personal diplomático de países que han manifestado dudas sobre su triunfo, dentro de los cuales está Chile.
No tenemos muchas alternativas en lo bilateral, nuestra política debe plegarse a iniciativas multilaterales coordinadas desde América Latina y Europa, no para sacar a Maduro del poder, sino para que se respeten las leyes y procedimientos establecidos en la Constitución de Venezuela. Lo que pueda hacer Brasil es determinante y el único actor con capacidad real de incidir en Venezuela en nuestra región. Romper relaciones diplomáticas no tiene sentido en un mundo global, los canales deben mantenerse abiertos y todos los instrumentos disponibles, pero estas deben ser recíprocas dentro de lo razonable y Maduro ha cerrado la puerta a todo diálogo razonable. Hace años genera una crisis humanitaria que impacta a nuestra región y requiere un tratamiento a nivel multilateral más decidido, a lo cual debiéramos dirigir nuestros esfuerzos diplomáticos.
Nuestra posición como país debe ser pragmática, contundente y unitaria en materia internacional y hasta ahora solo la posición del Partido Comunista ha sido disonante. Esto debe ser revisado seriamente en la coalición gobernante porque en política exterior no podemos permitirnos estas incoherencias que son señal de debilidad.
Daniel Grimaldi
Director Ejecutivo Fundación Chile21.