Hasta hace dos semanas, la constitución de una oposición efectiva parecía transformarse en realidad. Se habían ganado las mesas en ambas cámaras, la coordinación de la oposición en el Senado era una realidad, y en laCámara de Diputados se había alcanzado el acuerdo de lo mínimos comunes. El optimismo generado, duró poco.
El primer golpe lo dieron los diputados DC, al apoyar la idea de legislar sobre reforma tributaria. Extraordinariamente grave, pues colapsó el acuerdo de mínimos comunes, generó un clima de desconfianza al interior de la oposición y, lo principal, debilitó los esfuerzos por defender los avances en justicia social de la administración anterior; también por la descalificación del resto de la oposición, cuando afirmaron al defender su opción que, a diferencia de la DC, que busca el bien común, el resto de la oposición solo buscaba darle un golpe de gracia al gobierno. Sin duda, una parte de la DC ha llevado al partido a los límites de la falta de coherencia y pérdida de credibilidad.
Mucha menos atención, pero probablemente más grave en sus consecuencias de largo plazo, ha sido el rechazo casi unánime por parte de la oposición del TPP-11. Se puede discutir la conveniencia del acuerdo. Lo problemático radica más bien en la falta de coherencia política de la ex Nueva Mayoría. Resulta incomprensible que, frente a un tratado internacional que se viene negociando hace varios años, no se hayan levantado con suficiente fuerza las voces de los diputados y dirigentes de la Nueva Mayoría para objetarlo oportunamente. Algunos señalan que el problema radica en que el tratado se discutió “secretamente”; mal argumento (el Frente amplio lo conoció y lo criticó desde un inicio), que no excusa a dirigentes políticos con trayectoria.
Resulta también incomprensible el rápido alineamiento de los diputados, sin un debate a la altura de lo que estaba en juego. Queda en evidencia también el déficit de la oposición respecto de los cambios en la economía global y de cómo se está insertando un país de desarrollo medio como Chile. Se le echa también “la culpa al empedrado” por la falta de una política de innovación, que apunte a un nuevo modelo de desarrollo.
Todo esto en el contexto de un gobierno que incumple sus promesas fundamentales (a febrero, la economía crece un 1,4% en 12 meses y la criminalidad sigue desatada), en que sus principales iniciativas son efectistas más que efectivas (lo cual, como se ve en las encuestas, la ciudadanía lo cobra), y donde impera la improvisación y la falta de prolijidad: el cobro de la cotización de salud como deducción de la devolución de impuestos y los vaivenes respecto de los medidores inteligentes, son solo algunos de los ejemplos.
Si la oposición no logra ganar en las próximas elecciones, no será sino por su propia responsabilidad.
Contenido publicado en La Tercera.