El cambio de gabinete y la agenda social que propone el gobierno en estos días, no es viable sin una transformación institucional que cambie las reglas del juego en la relación del Estado con los ciudadanos. Negarse a la posibilidad que Chile tome esa decisión es renunciar a la política e imponer la fuerza. Instamos al presidente a iniciar un proceso constituyente urgentemente y no dar más justificación a la desesperanza y la violencia. El camino más sensato para iniciar este proceso y evitar la escalada de la crisis, es que el presidente de la República convoque a un plebiscito constituyente, para que los ciudadanos decidan si quieren cambiar su constitución y la manera de hacerlo. Los chilenos decidirán si desean una asamblea constituyente, una comisión bicameral o de expertos que redacte la nueva constitución. No hay otra salida viable y más sensata.
En este contexto, el Presidente está desaprovechando este momento histórico para hacer los cambios que el país demanda. Por el contrario, Sebastián Piñera ha optado por aumentar la conflictividad y guiar al país hacia el caos. Su discurso oportunista y de falsa escucha, ha quedado en evidencia a la hora de cambiar a sus ministros, poniendo al frente a quienes le resultan comunicacionalmente más asertivos dentro del mismo gabinete que todo Chile rechaza. El resultado salta a la vista: más descontento de la población, menos capacidad de convocar transversalmente a dar soluciones, más violencia, más enemistad entre los chilenos. Hasta el Propio General Pinochet comprendió en un momento de la historia, la necesidad de realizar un plebiscito, como el de 1989 (post 5 de octubre) para destrabar la democratización de Chile.
La sociedad ha dejado claras sus demandas en las manifestaciones multitudinarias. Piden terminar con la desigualdad obscena que tiene nuestro país, piden que sus derechos sociales dejen de ser una mercancía y que el Estado de una vez se haga cargo de impedir el saqueo del agua, de los bosques, del mar, de los minerales, de la tierra. Tal vez no le ha quedado claro al presidente, pero la idea de un ciudadano un voto, por causa de la mala calidad de la política, está careciendo de sentido y nos llevará a la desconfianza absoluta en las autoridades y a la imposibilidad de gobernarnos como sociedad.
De esta manera, la salida más sensata es tomar este momento histórico en serio y dar la posibilidad a los chilenos de ser parte del proceso de transformación. Nunca en la historia de Chile ha existido una constitución en donde los ciudadanos hayan sido actores y partícipes. Ya es hora de transformar al ciudadano en protagonista de los cambios sociales, en inspirador de la arquitectura institucional de la sociedad que queremos. En una verdadera democracia, las reglas del juego no pueden imponerlas las élites y los chilenos, ya lo comprendieron.