Se deberá hacer el máximo de los esfuerzos para poder entender este nuevo y complejo mundo. Democratizar los debates sobre estos transcendentales temas de interés universal, es una necesidad insustituible. No dejar que tan solo unos pocos definan nuestros futuros, sino más bien que la comunidad internacional tenga el mayor acceso al conocimiento y al debate global. De este modo, se podrá tener la posibilidad de poder volver a entender este único mundo que tenemos.
El título de esta columna ha sido extraído de la lectura de un extraordinario libro, Un verdor terrible de Benjamín Labatut. Me pareció pertinente designarlo de esta manera para estas reflexiones sobre un planeta en total transformación e incertidumbre, que se enfrenta un escenario global, regional y, en muchos casos, nacionales, totalmente diferentes a los acostumbrados de hace unas décadas recientes, los cuales eran caracterizados por una cierta normalidad y tradicionalidad en las relaciones internacionales y en el comportamiento de las potencias mundiales.
Hoy esto no es posible.
El tablero mundial es incierto, complejo e impredecible, agudizado éste por la guerra -entre otras confrontaciones bélicas que venían ocurriendo- ruso-ucraniana y la “guerra” que lleva a cabo con territorio arrasado y el despliegue militar israelí en la franja de Gaza por parte del gobierno sionista de Netanyahu.
Esta ofensiva militar israelí ha costado la vida a más de 30.000 mil personas, siendo el 80% mujeres y niños. Según una información reciente del diario El País y, de otros medios de comunicación internacionales, en un mes murieron más palestinos que en los dos años de la invasión rusa en Ucrania. La brutalidad y el genocidio sionista no tiene precedentes en el correr de este siglo XXI, como si los tuvo en el siglo pasado, el genocidio nazi hacia el pueblo judío.
Una vez más, se debe señalar la condena irrestricta, en primer lugar, a la ocupación imperial rusa de Putin en Ucrania, como también a las acciones terrorista de Hamás en territorio israelita, otrora, palestino. Pero la prolongación de esta política belicista y de solución final del pueblo de Gaza de Netanyahu amenaza con expandirse hacia otras zonas de la región del medio oriente.
La tensión entre Irán y Paquistán es una expresión de lo frágil que es esta zona. La incursión bélica de los EEUU y Reino Unido bombardeando constantemente en Yemen los puestos de los rebeldes hutíes, ayuda a una eventualmente la expansión de estos conflictos. Los rebeldes hutíes atacan los barcos de alta gama que navegan por esa vía marítima en el Mar Rojo como su expresión de apoyo a la causa palestina, creando un caos naviero internacional total.
La agudización de esta situación, como de otras en esta zona geográfica, sin duda alguna traería una confrontación de impensables consecuencias, y tensionaría al máximo el tablero internacional. El juego geopolítico de las grandes potencias a nivel mundial (EEUU-CHINA) y de aquellas de la segunda línea como la India, Irán, Rusia, la Unión Europea (UE) y otras, se complejizaría al máximo. Estos hechos descolocan la compresión de este inentendible escenario internacional.
Otro tópico que dificulta aún más éste escenario internacional es que las organizaciones multilaterales existentes cada vez inciden menos en las decisiones de los estados nacionales. Éstos, aun siendo parte de ellas en la gran mayoría de las veces en este último tiempo, no reconocen los llamados de éstas instituciones (ONU, UE, CIJ), boicotean las peticiones como del cese de fuego en la mal llamada “guerra” Israel – Hamás o, bien el llamado a negociar la paz en el caso de la guerra ruso-ucraniana.
¿Se ha dejado de entender este mundo, o bien, no nos dejan entenderlo?
Lo cierto es que el mundo progresista, las y los gobernantes y liderazgos de las naciones democráticas del Norte, las naciones del Sur–Sur, la intelectualidad, el mundo de la ciencia y el conocimiento, la política y sus partidos democráticos deben asumir estos nuevos e ininteligibles paradigmas. Los desafíos a nivel global son inmensamente diferentes a aquellos del siglo XX.
Esto implica, por tanto, esfuerzos extraordinarios que deberán ponerse a disposición en elaborar, entregar insumos y propuestas en los más diferentes ámbitos. En el ámbito de la política; en lo socio-económico; en el combate a las pandemias de salud; en lo cultural; en lo medios ambiental y con especial atención a los efectos del calentamiento global, cómo así también en las políticas migratorias; en las políticas de género y en los profundos cambios societales de la era digital y de la Inteligencia Artificial (IA); en el de los medios de comunicación y el combate a las fake news.
Paralelamente, habrá que poner mucha atención a los ámbitos globales de la geopolítica; de la seguridad, tanto en lo nacional como en lo internacional; a la lucha contra las drogas y el crimen transnacional; en el combate a la corrupción; en la defensa de la democracia y su fortalecimiento. Analizar exhaustivamente el auge de la extrema derecha a nivel global; como también fortalecer y modernizar las organizaciones multilaterales con el objetivo de poder enfrentar estos enormes retos del mundo del siglo XXI.
Un tema no menor en este escenario descrito es desactivar la llamada “bomba” de la riqueza, de la cual nos expone el Jefe de Proyecto en el Centro de Ciencias de la Complejidad de Viena, el Dr. Peter Turchin en su libro Final De Partida, Élites, Contraélites y el Camino a la Desintegración Política. La “bomba” de la riqueza es el causante de una peligrosa pandemia, la de extrema desigualdad económica y social.
Turchin señala que, en las sociedades capitalistas, las élites han configurado la sociedad de tal manera que los salarios de los trabajadores se estanquen o disminuyan. Y, por tanto, las élites se enriquecen mucho más. Éste es pues el papel de las élites. Esto se conoce en sociología como la ley de hierro de la oligarquía.
Habrá que comprender los vertiginosos cambios tecnológicos de la era digital de los últimos años, en especial los relacionados con los límites y el control de los efectos de la IA, en el sentido en que no sea ella la que nos ponga los límites a los seres humanos, sino más bien lo contrario. Quien domina a quien, los humanos o las máquinas. Y, si son los humanos y en ese escenario las potencias mundiales, trazar una línea roja para evitar la dominación de tan solo una, o de unas pocas naciones.
Se deberá hacer el máximo de los esfuerzos para poder entender este nuevo y complejo mundo. Democratizar los debates sobre estos transcendentales temas de interés universal, es una necesidad insustituible. No dejar que tan solo unos pocos definan nuestros futuros, sino más bien que la comunidad internacional tenga el mayor acceso al conocimiento y al debate global. De este modo, se podrá tener la posibilidad de poder volver a entender este único mundo que tenemos.
No asumir estos desafíos, implicará que se avecinarán tiempos recios para el progresismo y la izquierda democrática a nivel internacional y nacional.
Jaime Ensignia
Sociólogo, Dr. en Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad Libre de Berlín. Director del Área Internacional de la Fundación Chile 21.