El campo político en el mes de junio está plagado de esquirlas de un nuevo Mayo Chileno, al darse a conocer resultados de las principales encuestadoras del país: todas sitúan la aprobación gubernamental por debajo de los 30 puntos. El derrumbe impone dos interrogantes: cómo se explica y cómo emerger.
Un territorio álgido para el gobierno es justamente aquel en donde se cifraron las mayores esperanzas; la economía. Con expectativas de crecimiento que apuntaban a un 4% promedio, la confrontación con el 1,9% real tiene costos. En este contexto, la muy comentada decisión del Banco Central de recortar la tasa de interés no apunta al problema de fondo: el debilitamiento del crecimiento de la economía chilena pasa por el desfasaje entre su estructura productiva, que data de varias décadas atrás, y la dinámicade la demanda internacional. A su vez, el modelo productivo no puede deslindarse de la matriz energética y las responsabilidades medioambientales, en donde Chile tiene importantes asignaturas pendientes y está en la vidriera mundial al ser sede de la COP 25. De cara al planeta, la presentación del cronograma de descarbonización por parte del presidente Piñera genera fuertes críticas desde el mundo medioambientalista por su vaguedad y por desalinearse de las exigencias que establecen la Agenda 2030 y las sugerencias de la Convención Marco de Naciones Unidas.
El panorama político mundial, por su parte, requiere especiales consideraciones en tiempos delicados. El crecimiento de las ultraderechas en las recientes elecciones al Parlamento Europeo, en donde su cosecha ronda el 25% de la votación, es una luz roja para las fuerzas políticas con vocación democrática. Paralelamente, la versión siglo XXI de la guerra fría protagonizada por China y EEUU tiene efectos para Chile y la región. El mejor escenario para el país es aquel en donde el comercio y las inversiones respondan a un conjunto de reglas concordadas multilateralmente. Esto es, precisamente, lo que parece estar en riesgo.