Opinión

¿Divorcio entre técnica y política o el argumento técnico como forma de hacer política?

El ministro Blumel, ha alertado que se está produciendo un divorcio entre la técnica y la política (Entrevista en El Mercurio 14 de septiembre 2019, p. 6.) Por su parte Ignacio Briones ha señalado que “la técnica y política no son antagónicas, sino complementarias. La primera informa la discusión y la segunda le da legitimidad democrática. La calidad del debate gana cuando el saber experto, desde diversas disciplinas, contribuye a diagnósticos anclados en evidencia, a sopesar los impactos de las políticas y a priorizar, tarea fundamental del actuar político serio” (https://www.horizontalchile.cl/tecnocratas-al-cajon/). Todo ello a raíz del éxito que han tenido tres diputadas de izquierda en el Congreso y en la opinión pública con su iniciativa de reducir la jornada laboral semanal a 40 horas.

Tras esta manera aparentemente razonable de argumentar es posible identificar, una concepción equivocada de la relación entre el argumento técnico y la decisión política y una visión de la política como un problema de naturaleza técnica y el uso de la argumentación técnica como forma de hacer política.

Subyace en el argumento de Blumel y Briones la percepción de que la política y la técnica constituyen dos campos separados. Según esta visión el ámbito de la política abandonada a si misma se caracteriza por la falta de diálogo, la falta de fundamento. Naturalmente, los autores se están refiriendo a la manera de hacer política de la oposición, pues el actual Gobierno y la derecha fundamentarían técnicamente sus iniciativas, estarían abiertos al diálogo y sus iniciativas serían “en función de las prioridades ciudadanas. La pregunta obvia es por qué creen los autores que mientras la buena política reina en la derecha y la izquierda opera de la forma indicada. La respuesta aparentemente técnica se basa simplemente en que no comparten la visión de la derecha respecto de los temas en discusión.

Subyacente a este análisis está también la noción de que la razón es limpia y que la política es sucia lo que conduce (según la cientista política Deborah Stone) a añorar el reemplazo de la política por la toma racional de decisiones. La política es presentada según la autora como un ambiente hostil al análisis de las políticas públicas. Para esta visión, el análisis de las políticas constituye una esfera del análisis racional; objetividad, lealtad a la verdad y búsqueda del bienestar de la sociedad como un todo. Por el contrario, la política sería la esfera de la emoción y la pasión, la irracionalidad, el interés particular, la miopía y la fuerza bruta. La autora cuestiona la dicotomía del análisis de las políticas y la política; para ella esta dicotomía es construida en la lucha política y el conflicto político se conduce a través de este análisis. Por tanto no es que a veces el análisis técnico se utilice con propósitos políticos, sino que dicho análisis es necesariamente político. Siempre implica opciones sobre si incluir o excluir algunas cosas, ver el mundo de una manera cuando otras visiones son posibles. Por ello, el análisis de las políticas es un argumento político y viceversa.

En Blumel y Briones predomina la idea de que el debate en torno a las políticas se asemeja al debate académico (en su visión idealizada). De lo que se trataría sería definir quién pone sobre la mesa los mejores argumentos y así, independiente de los intereses económicos en juego, de los intereses políticos en disputa, los (buenos) dirigentes políticos tomarían la decisión que más favorece al interés común. Esta visión ignora, sostiene la ya citada Stone, que tanto los políticos como los científicos sociales y los ciudadanos se enfrentan (muchas veces apasionadamente) no sólo sobre las condiciones materiales y opciones sino que también porque tienen diferentes miradas sobre equidad, justicia, derecho y lo bueno. Más aún los ciudadanos pelean con ideas como también sobre las ideas. Los campos encontrados estructuran representaciones de la batalla – quienes y como son afectados y qué es lo que está en juego y conducen la batalla con dinero con reglas, con votos y con favores, pero también con palabras e ideas.

No deja de ser llamativo que los críticos del proyecto de reducción de la jornada a 40 horas focalizan su atención en la existencia o no de un número suficiente de estudios. Más allá de que muchas veces los criterios para seleccionar los estudios considerados relevantes dejan mucho que desear lo más importante es que estos críticos eluden los problemas fundamentales que plantea la política pública. Impulsar iniciativas que cambian la vida económica, política y social de un país, cuando existen cientos de actores relevantes, cuando compiten por llamar la atención y ser puestos en la agenda numerosas iniciativas requiere generar coaliciones poderosas, lograr su aprobación por los órganos colegisladores y luego asegurar su implementación. Ese esfuerzo exige acciones y demanda trabajo en múltiples campos siendo debate técnico solo uno de los componentes. No por nada existe una amplia bibliografía sobre como se instala un problema en la agenda, cómo se desarrolla la deliberación pública, como interactúa la sociedad civil con los organismos formales, como inciden las ideas y los intereses, cómo se forman las coaliciones etc. También sobre la llamada ventana de oportunidad que permite poner en el debate una propuesta que parecía inviable pero que una coyuntura hace posible después de haber pasado años, hasta décadas sin posibilidad de entrar en la arena de la decisión política. Es el caso de la jornada de 40 horas que abre la posibilidad para avanzar en una vieja reivindicación popular y que al encarecer la mano de obra puede inducir al empresariado a elevar la inversión y con ello dar un impulso a la productividad, cuyo estancamiento tiende a transformarse en congénita en nuestro país. Frente a esta situación en que el empresariado y el gobierno aparecen desarmados políticamente, nuestros autores recurren al argumento técnico como una forma de hacer política.

Contenido publicado en The Clinic.