La maratón electoral en América del Sur está llegando a su fin no exenta de tragedias, como la que vive actualmente Bolivia. A ambos lados del Río de la Plata se llevaron a cabo elecciones presidenciales y parlamentarias. En una de ellas, en Argentina, no habrá balotaje, en el otro, en Uruguay, se aprestan a la segunda vuelta. En función de los resultados, los desafíos políticos, económicos, sociales y culturales del progresismo y de la izquierda democrática serán de envergadura.
En Argentina, la Junta Nacional Electoral ratificó el triunfo de Alberto Fernández con el 48,26% por sobre el 40,26 alcanzado por Mauricio Macri. La polarización del electorado queda en evidencia en tanto entre los dos candidatos mayoritarios acumula casi el 89% de la votación. Los otros candidatos bajaron sus votaciones respecto de las PASO: Roberto Lavagna alcanza sólo el 6,17%; Nicolás del Caño baja seis décimas y cosecha un magro 2,16%. Cabe subrayar que los candidatos de derecha liberal y derecha nacionalista no llegan al 2% (Gómez Centurión, 1,71%; José Luis Espert, 1,5%). Alberto Fernández sube casi un punto respecto de las PASO y el presidente Macri, sorprende con una suba de 8 puntos. La participación electoral se eleva en unos 5 puntos por sobre las primarias de agosto, alcanzando el 80,86%. Más allá de los intentos del aparato publicitario de Macri porque su mejora sea leída como triunfo, lo cierto es que la fórmula Fernández-Fernández gana en primera vuelta por una contundente diferencia de 8 puntos, y un presidente en ejercicio pierde la reelección por primera vez en la historia argentina. A partir del 10 de diciembre próximo, el futuro gobierno deberá hacerse cargo de un durísimo panorama económico y social, con un país empobrecido y endeudado.
En el plano internacional, cabe destacar el reciente viaje de Alberto Fernández a México para reunirse con el presidente Andrés Manuel López Obrador. Esta simbólica visita podría llegar a implicar el inicio de un nuevo eje regional de dos presidentes progresistas en América Latina y el Caribe. Habitualmente, los mandatarios electos argentinos realizan su primer viaje a un país vecino, sea Brasil o bien Chile, nación con la cual Argentina tiene una relación bilateral óptima. El liderazgo de Jair Bolsonaro implica hasta el momento asperezas en una relación geopolítica clave.
Con respecto a Chile, su actual crisis política y social impone ciertas demoras en la política exterior. Fernández espera establecer políticas maduras y de respeto mutuo con las grandes potencias: EEUU, China, Unión Europea, Rusia, potenciar el MERCOSUR sobre todo en
la relación MERCOSUR-Unión Europea, respetando los intereses nacionales involucrados. Potenciará el Grupo de Puebla, iniciativa progresista regional que reúne a importantes figuras políticas latinoamericanas y europeas con el objetivo de que sea un punto de encuentro del mundo progresista latinoamericano, un referente político en la región que logre neutralizar iniciativas como el Grupo de Lima y del alicaído PROSUR. En relación a la dimisión del ex presidente de Bolivia por presión de las FFAA de ese país, Fernández de inmediato solidarizó con el presidente depuesto condenando este nuevo tipo de “golpe” de Estado.Lentamente y, previo a su investidura, podemos constatar que Alberto Fernández se ido convirtiendo en el referente político progresista más relevante de la región.
Para el mundo progresista y de la izquierda latinoamericana, la situación de Uruguay es muy preocupante. Habrá balotaje el 24 de noviembre entre las dos primeras mayorías. Por una parte Daniel Martínez, candidato del Frente Amplio (FA) que gobierna el país desde el 2006, logró en la primera vuelta del 27 de octubre pasado el 39,17% de los votos, mientras que el líder del Partido Nacional, Luis Lacalle Pou, alcanzó el 28,59%. Lacalle Pou cuenta con el apoyo del Partido Colorado que marcó el 12,32% de la votación y aspira que el Movimiento Cabildo Abierto, agrupación de derecha radical, encabezada por el militar Guido Manini Ríos (10,88%), apoye su candidatura bajo la premisa todos contra el Frente Amplio. Matemáticamente, el candidato Lacalle Pou superaría al candidato del FA, Martínez al sumar más del 50%. Pero en política no todo es matemática sino más bien cómo se rearticula el discurso político para el balotaje. Son conocidos los avances que Uruguay ha logrado bajo estos tres gobiernos del FA, como que el salario real creció en un 60%; la pobreza bajó del 34% al 8%, la indigencia bajó de un 4,5% a un 0,1%. Se aprobaron leyes sustantivas como la legalización del aborto, el matrimonio igualitario, la regulación de la producción, venta y consumo de cannabis y, las 8 horas de jornada laboral para los trabajadores rurales entre otras medidas y transformaciones llevadas a cabo por las administraciones frentistas. Pero, tal como lo hemos observado en otras realidades latinoamericanas, el ejercicio del poder y la administración de una nación desgastan, se burocratizan las organizaciones políticas trasladadas al ejercicio gubernamental. El Frente Amplio no habría logrado renovarse y tiene frente a sí un difícil escenario electoral para el 24 de noviembre.
Los ojos del progresismo de la región estarán puesto en este pequeño país, esperando que las políticas que han beneficiado a la gran mayoría de la sociedad charrúa se vuelquen electoralmente hacia el FA y, con ello fortalecer, junto a gobiernos como el de Fernández en Argentina o el de López Obrador en México este eje democrático en Latinoamérica y el Caribe.
Contenido publicado en Fundación Por la Democracia.