El Presidente Piñera recibió hace poco días al Presidente Bolsonaro en visita de Estado. Es importante que el Presidente del país más grande de América Latina haya tomado a Chile como su primer destino en la región. Sin embargo, no era necesario un abrazo tan afectuoso de parte de presidentes con trayectorias y proyectos demasiado distintos. Fue también un error aceptar que esta visita coincidiera con el encuentro de las extremas derechas de la región, en el cual, el personaje principal fue el diputado Eduardo Bolsonaro, hijo del Presidente. El diputado tiene como su referente intelectual y político nada menos que a Steve Bannon, conocido como un gran inspirador de las fuerzas políticas más xenófobas, primero en EE.UU., luego en Europa y ahora en América Latina.
Todo parece indicar que ni La Moneda ni la Cancillería chilena han seguido de cerca la gestión del Presidente Bolsonaro. Su popularidad viene cayendo en picada. En tres meses perdió 15 puntos y, según cuenta Joâo V. Goulart en entrevista a este diario, el propio gurú de Jair Bolsonaro, Olavo de Carvalho, piensa que “si sigue así, seis meses más y cae de maduro”.
En sus cuatro meses de gestión, Bolsonaro ha confirmado lo que se decía en campaña: no tiene la más mínima estatura presidencial. En un reciente editorial de O Estado de São Paulo, gran detractor del PT, afirmó a propósito de sus declaraciones favorables a dictadores que “estos episodios de incontinencia verbal reiteran la impresión, cada día más próxima a la certeza, de que el ex diputado federal no asume en los hechos la Presidencia de la República” y “continúa actuando como un diputado del bajo clero”.
Los conocedores del funcionamiento del gobierno brasileño identifican la existencia de cuatro grupos a su interior: el de Bolsonaro, su familia y algunos cercanos; el de Paulo Guedes, súper ministro de Economía, que se articula con una parte del empresariado; el del antiguo juez Sergio Moro, con pretensiones presidenciales y que tiene el respaldo de una parte importante del sistema judicial, y, finalmente, el de los militares. Todos los pronósticos apuntan en la misma dirección: los militares, probablemente en alianza con el sector económico, tomarán progresivamente el poder. Una pequeña muestra tuvo lugar en la reciente reunión del Grupo de Lima, en la que por Brasil no asistió el canciller Araújo, sino el vicepresidente, el exgeneral Hamilton Mourão.
No es casualidad que el vicepresidente Mourão rechazara cualquier idea de intervención militar en Venezuela y no considerará, en la víspera de Cúcuta, inamistoso el cierre de las fronteras por parte de Venezuela. Lo más probable es que las cosas en Brasil vuelvan a una cierta “normalidad” histórica. En ese caso, al Presidente Bolsonaro no le quedará más que, como dijo un gran político francés, Leon Gambetta: “se soumettre ou se demettre”, es decir, o se somete o simplemente dimite.
Contenido publicado en La Tercera.