Para la exjefa de asesores del Presidente Boric, “todos los relatos funcionan si tienes una audiencia que te lo crea (…). Siento que se requiere bastante más para que la ciudadanía reconozca que esa estabilización se vea en su día a día”. Además, plantea que la cuenta pública “tiene un desafío de no ser un listado único de cosas”.
A Lucía Dammert, exjefa de asesores del Presidente Gabriel Boric, le ha tocado ver de cerca las cuentas públicas del 1 de junio durante este gobierno. Sobre todo la primera, cuando lideraba el Segundo Piso de La Moneda. “Si hay un momento o dos momentos en todo este proceso de gobierno donde el Presidente ha sido escuchado y valorado en su palabra, son en los discursos del 1 de junio”, dice la socióloga, que recuerda el foco que buscaron imponer en el debut del Mandatario frente al Congreso, en 2022.
“La del primer año es la cuenta que uno hace pensando en establecer un relato y las líneas estratégicas por las cuales uno podría moverse. Y me parece que el Presidente tuvo una enorme capacidad de convocatoria, se le escuchó, subió en apreciación ciudadana porque logró entregar una visión de futuro, que por supuesto no está escrita en piedra y que tiene cambios. Y creo que el Presidente, como ninguno, puede reconocer que la política ya no es una política de afirmaciones sin conversación, sino más bien es una política de un diálogo permanente”, asegura Dammert, quien salió de su cargo en septiembre de 2022.
¿Y qué le pareció la del segundo año?
Fue un discurso largo, interesante… tal vez fue tan largo que muchas de las cosas como objetivos principales se perdieron, pero dio cuenta de hacia dónde iba un gobierno que había dejado atrás los procesos constitucionales en el fondo o por lo menos el sueño del primero. Y este año tienes el desafío de dos caminos. Podrías hacer un discurso que trate de mostrar los resultados, pero uno de los problemas principales es que la ciudadanía probablemente no logra todavía observar los resultados concretos. Entonces creo que el otro camino, que es el camino de poner los logros en el marco de una narrativa mucho más de futuro, podría demostrarle a Chile y a la política que no se está renunciando a esta construcción de una idea más global.
¿Eso espera de este discurso?
Lo que uno puede esperar es que siente las bases de la discusión política de futuro. Yo esperaría que el Presidente, que es de los pocos líderes políticos que tiene la política y la centroizquierda chilena hoy que tiene la capacidad de entregar un relato que la gente escucha, pueda entregar una discusión en su discurso, no un listado de supermercado de los logros, uno tras otro, sino más bien una articulación narrativa de los desafíos democráticos que tiene Chile, de los desafíos que enfrenta la política, y sin duda su sector, respecto a poder verdaderamente gobernar el país mejor.
¿Le gustaría más una cuenta pública de proyección que de logros?
La cuenta pública en general tiene un desafío de no ser un listado único de cosas. Es difícil que la gente después de una hora se acuerde del primer logro que se mencionó. Es más fácil tratar de tener una narrativa en la cual los logros se incluyen. El Copago Cero, las 40 horas, son grandes logros pero no son adornos que cuelgan de cualquier árbol de Navidad. Yo creo que sería muy importante que fueran parte de un árbol que construimos entre todos para una sociedad más justa, un país menos desigual, en fin. También hay un énfasis demasiado grande en tener una agenda legislativa y eso a veces limita la acción concreta de la política pública.
Pareciera que eso no es lo que ha planteado el gobierno. Se ha hablado de no hacer grandes anuncios, con énfasis en concreciones.
Claro, es rara la comunicación que se ha dado, si es que es así. Porque efectivamente si hay un momento o dos en todo este proceso de gobierno, donde el Presidente ha sido escuchado y valorado en su palabra, son en los discursos del 1 de junio. Entonces sería muy extraño desaprovechar esta oportunidad, donde todo Chile se toma el tiempo de escuchar al Presidente sin fake news, sin las redes sociales, en forma directa. Y escuchar al Presidente no significa el puro ofertón, sino significa escuchar justamente la mirada que tiene él para el resto de su gobierno.
Se dio la discusión entre el insistir en el programa o ser más pragmáticos. ¿De qué lado está?
Lo que pasa es que esto es un gobierno que ha tenido varias definiciones de programa. Cuando se mira el programa que está en el Servel, ese luego cambió muy rápidamente, y luego volvió a cambiar justamente porque los tiempos políticos se han apresurado. Yo soy de las que cree que la centroizquierda no puede renunciar a sus convicciones principales y eso no significa no revisar cuáles son las herramientas para llegar a esas convicciones.
¿Ve un cambio radical en las prioridades del gobierno?
No respecto al segundo año. Lo que veo es un un reconocimiento de una sensación ciudadana y probablemente de una realidad de que la gestión no se observa en el día a día en los ciudadanos. No hay probablemente mayor frustración que sentir que uno hace cosas y que eso no se refleja en el día a día de los ciudadanos.
¿Eso siente el gobierno?
Claro. Cuando uno escucha los últimos cinco meses a los principales ministros, toda su comunicación está, a veces con demasiado énfasis, con reiterar los logros de gestión. Y creo que sí, es una de las falencias que el gobierno ha reconocido en probablemente los últimos meses, y por eso es que hay un cambio en la comunicación del gobierno, poniendo más énfasis en los logros.
¿Considera que estabilizar el país es un legado importante?
Todos los relatos funcionan si tienes una audiencia que te lo crea. Entonces, por supuesto que estabilizar el país en términos económicos es fundamental. Por supuesto que avanzar en una disminución de los problemas de la migración es también importante, pero me da la impresión que ese es un relato que todavía se queda en el mundo de la política. Siento que se requiere bastante más para que la ciudadanía reconozca que esa estabilización se vea en su día a día. Uno de los grandes problemas de ese relato es que instale como una visión de expectativa más que de realidad. Sino uno termina tratando de convencerte de que hay una estabilización… y para muchos ciudadanos en Chile, que su situación económica no es la mejor, o que tal vez perciben que hay un aumento de la criminalidad, sea o no real, me parece que un discurso de estabilización no es suficiente.
¿Qué tono debería tener el Presidente con la oposición? Por ejemplo, en el tema de las pensiones.
Me parece que tratar de entrar en la pelea pequeña en el discurso del 1 de junio no sería estratégicamente ni tácticamente una buena decisión.
¿Ve una evolución en el Mandatario?
Si hay algo que uno nota en las cuentas públicas del Presidente, y en sus salidas comunicacionales, es que hay una lectura bastante apropiada de lo que sucede. Hay una lectura de él y de su equipo, que es apropiada de la sociedad y yo creo que que la utilización de este cliché de la metamorfosis es poco sutil. Porque en realidad lo que hay es una coyuntura que va cambiando y un gobierno que ha tenido enormes desafíos, pero ha tenido la capacidad de ir reconociendo este cambio social e ir adaptando las propuestas de política, a lo que la ciudadanía le reclama al final del día.
Hay un aprendizaje en el camino…
Hay un aprendizaje indudable en el camino. El Presidente mismo lo ha dicho: muchos de sus ministros lo han reconocido. Ese aprendizaje del Presidente creo que tal vez es la explicación de por qué muchas de las cosas se reiteran una y otra vez como logros. Porque en el fondo uno de los grandes desafíos de los gobiernos es al final del día tener algo que los haga reconocer. Cuando uno piensa en el Pilar Solidario, o la representación de mujeres en Bachelet, uno siempre tiene algún programa, incluso del Presidente Piñera podría hablarse de Elige Vivir Sano. Todo el mundo se acuerda de ese programa. Entonces creo que uno de los desafíos de este gobierno es qué programa o política pública lo va a representar en el futuro.
¿No ve un legado claro?
El legado se construye después de que salió, pero un programa… eso es de las cosas que faltaron hacer mejor en términos reales y comunicacionales. Porque al final del día siempre pareciera como que se está recitando un listado de acciones y concreciones, que son muy importantes pero que no pareciera que están enmarcadas en una. Trenes para Chile tal vez es una de esas imágenes. Pero probablemente el gobierno necesita un programa social, como el sistema de Cuidados.
¿Y qué piensa de cómo se ha manejado el tema del CAE? ¿No hay una renuncia en la generación entre tantos dimes y diretes?
En ese caso hay unas enormes dificultades estratégico-comunicacionales, porque muchas veces son errores no forzados, que crecen y crecen. Otro ejemplo es lo del “antigabrielismo”. Creo que ha costado mucho la disciplina comunicacional del gobierno. Eso ha costado en el tema del CAE, de las isapres, hay varios temas donde demasiadas opiniones divergentes no permiten entender hacia dónde va la opinión principal del gobierno.
¿Nota a la centroizquierda y a la izquierda medio desorientada?
Creo que está en un momento bien clave, se está formando o se formó el partido, el Frente Amplio, que todavía no tiene su dirigencia, pero me imagino que va a empezar a avanzar para allá. Y el mundo del Socialismo Democrático también ha tenido sus desafíos y sus problemas, y en la construcción de la voluntad de poder, estos dos años son clave para esas dos que se llamaron almas de gobierno. Tienen desafíos claros, de la definición de sus sueños para el país, que ya no es la de dirigentes estudiantiles.
¿Y el sueño del Presidente ha cambiado desde que entró?
No, yo creo que las herramientas para llegar a donde se quiere llegar son distintas. Como la necesidad de tener más vinculación con el mundo privado, la necesidad de avanzar con algunos mecanismos que podrían haber sido considerados antes más promercado, esa mirada que algunos tenían más estricta. Yo creo que ha cambiado porque la realidad te te demuestra que las cosas no son blanco y negro.