I-. El Chile del 19-N
El resultado del balotaje de la presidencial en Chile capturó el interés de la opinión pública regional e internacional. El candidato de Apruebo Dignidad (AD), Gabriel Boric, apoyado por los partidos del Nuevo Pacto Social, por los movimientos sociales, feministas, ecologistas, movimiento No + AFP y los movimientos de la diversidad sexual entre otros, se impuso en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del pasado 19 de noviembre por un amplísimo margen sobre el candidato de la ultraderecha, José Antonio Kast.
Aunque las encuestadoras locales coincidían en una gran ventaja de Boric, pocos analistas se atrevían a arriesgar pronósticos. Cierto es que, pese a la brutal campaña al más puro estilo Trump – Bolsonaro, apoyada en medios de comunicación y redes sociales por la derecha económica, la campaña de Boric logró desplegarse en un clima positivo y esperanzador que logró vencer a la estrategia de la ultraderecha sustentada en infundir miedo y difundir información falsa. No obstante, ni las proyecciones más optimistas se acercaban a la diferencia que entregaron electores y electoras a la candidatura del joven patagónico. Gabriel Boric cosechó el 55,9% de las preferencias, con 4.619.220 votos, en tanto José Antonio Kast logró reunir el 44,1% al sumar un total de 3.648.987 votos, es decir la diferencia entre ambos fue de, aproximadamente, un 12%. La historia política reciente del país no registra una brecha tan amplia en ninguna elección presidencial. A su vez, esta elección sorprendió por el notable aumento en participación ciudadana: de un 47,3% en primera vuelta, a un 55,6% del padrón electoral en segunda vuelta (8.325.000 de votos). Un éxito contundente en la historia reciente de Chile, considerando que el voto no es obligatorio, que la elección se dio en el contexto de pandemia y que el mismo día de la elección tuvo lugar un grosero boicot por parte del gobierno de Piñera al no prever la cobertura necesaria de transporte público, lo que afecto la movilidad de los sectores populares para trasladarse a sus locales de votación.
El triunfo del candidato Boric, presidente electo más joven de la historia republicana de Chile (35 años) debe entenderse, en mi opinión, en momentos culminantes del descontento y enojo generados por los abusos que el modelo económico neoliberal desde la primera década del presente siglo XXI y, que tienen su cristalización en el estallido social del 18-O del 2019. Chile, de ahí en adelante es otro país, la clase política y el gobierno se paralizan y no logran, no pueden, o no quieren entregar las respuestas necesarias a esta nueva situación. Todo esto, unido a los efectos provocados por el COVID-19 a partir de marzo de 2020 generan un cuadro político, económico, social y sanitario desconocido, que exige nuevas claves políticas y analíticas para su comprensión.
II-. Repercusiones internas de la victoria
En un intento de síntesis, tres serían los efectos que la contundente victoria del presidente electo, Gabriel Boric, provocó en el sistema político nacional:
1) Para la supuesta derecha liberal o centroderecha, el apoyo irrestricto al candidato de la ultraderecha Kast en el balotaje, significó la claudicación del discurso republicano, democrático y liberal (en términos de libertades individuales) que intentaba construir desde la derrota plebiscitaria del dictador Pinochet de 1988. A esta derecha no se lo ocurrió ni por un instante seguir el ejemplo de otras derechas en mundo en cuanto a proponer un cordón sanitario en contra de la ultraderecha chilena. De cara a la segunda vuelta, las distintas agrupaciones que aspiraban a expresar a una derecha moderna, se encolumnaron detrás de Kast. Con ello, la centro derecha hipotecó su futuro político por un largo tiempo.
2) La izquierda progresista, expresada centralmente por los partidos y movimientos que componen el Frente Amplio (FA), ha desplazado a un segundo plano a los partidos que componen el llamado “socialismo democrático”, donde se sitúan el Partido Socialista (PS), el Partido por la Democracia (PPD) y, el Partido Radical Socialdemócrata (PRSD). Del mismo modo, esta victoria afectó a la izquierda radical y antisistémica. Podríamos constatar además que, con la irrupción de esta izquierda progresista, una generación de líderes y lideresas que fueron protagonistas en la lucha antidictatorial ha pasado a ser parte de la historia y no del presente político nacional.
3) Finalmente, esta victoria presidencial vino a dar un marco de apoyo imprescindible a la labor de la Convención Constitucional (CC), que será la gran tarea del año 2022. La Convención podrá contar con mejor gestión política e institucional desde el nuevo gobierno para redactar la nueva Constitución, proceso cuyo término está previsto para julio. Clave en este sentido es el plebiscito de salida, cuyo como objetivo central es la aprobación de la nueva Carta Magna en elecciones con padrón obligatorio en septiembre u octubre del presente año.
III-. El presidente electo en el contexto regional e internacional
El triunfo de Gabriel Boric resitúa favorablemente la imagen internacional de Chile, alicaída por el rotundo fracaso de la actual administración del presidente Piñera en el escenario internacional. El inminente cambio de Gobierno entregaría luces de una política exterior que supere una diplomacia expresión del siglo XX, y responda a las actuales necesidades del mundo y de la región.
El hecho de que la actual administración no firmara el Acuerdo de Escazu, ni tampoco el Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular de la ONU, afectó notablemente la política multilateral del país. Entre las múltiples medidas que marcaron un derrotero internacional bochornoso para Chile, podemos destacar el innecesario viaje de Piñera a Cúcuta -localidad colombiana en la frontera con Venezuela- a expresar junto con el mandatario colombiano Duque y el opositor Guaidó su política anti Maduro; la invitación que hiciera a ciudadanos venezolanos a venir a Chile, para luego expulsarlos de manera degradante en aviones especialmente fletados para tales efectos; la violación sistemática de los DDHH a partir del 18-0 de 2019 denunciados a lo menos por cuatro Informes de organizaciones internacionales y el intento ideológico de levantar un organismo regional como el PROSUR sobre las cenizas de UNASUR.
El discurso de Boric en el día de su contundente victoria fue recibido por el mundo de la izquierda progresista como una propuesta de una izquierda joven y original. Su figura ámbito regional e internacional se engrandece rápidamente. Prima la convicción de que Boric le imprimirá aire fresco, un impulso renovador a la izquierda progresista y a los movimientos nacionales y populares que se sitúan en una política antineoliberal en la región.
Desde el 2018 con el triunfo de AMLO en México, luego con la victoria de Alberto Fernández en Argentina, el regreso del MAS a la presidencia en Bolivia con Luis Arce, la derrota del fujimorismo en Perú, la vuelta de la izquierda con la primera presidenta mujer en Honduras, Xiomara Castro, y el reciente triunfo de Boric en Chile se reconfigura un nuevo escenario político en América Latina y el Caribe. Más aún, a mitad de este año habrá elecciones en Colombia, en donde el izquierdista y Senador Gustavo Petro tendría amplias posibilidades de vencer al actual presidente Iván Duque. También en Brasil, en la presidencial en el último semestre de 2022, el ex presidente Lula estaría muy por arriba de Jair Bolsonaro, según indican los sondeos hasta el momento. No habrá en este nuevo reordenamiento de las fuerzas de la izquierda progresistas y otras expresiones afines en la región, una única expresión de orientación política, los ribetes diferenciadores darán cuenta de las propias realidades nacionales. Todo esto estará muy alejado del ya desgastado lugar común de la derecha, consistente en asociar toda expresión de la izquierda progresista con el chavismo, madurismo, orteguismo o con Cuba.
Parte importante de esta nueva era en política exterior del nuevo gobierno será impulsar con mayor fuerza una política de integración regional con todas las naciones del continente latinoamericano. La necesidad imperiosa de enfrentar unidos y no nacionalmente los fenómenos presentes como: la pandemia del COVID-19; la crisis climática y medio ambiental y el resguardo de los océanos; los efectos de los procesos migratorios; la defensa de los DDHH en cualquier nación de la región; la solución pacífica de los conflictos vecinales; el fortalecimiento cada vez más necesario en la región de los sistemas democráticos y, la permanente crisis económica, serán los ejes centrales de la política exterior del gobierno recién elegido. Por cierto, no quedará al margen, el fortalecimiento del multilateralismo, el bilateralismo, el respeto de los TLC, siempre y cuando estos estén en consonancia con los intereses nacionales, la integración de perspectivas feministas en la política exterior del país y la incorporación de las naciones originarias. En la actual disputa entre las dos grandes potencias, China – EEUU, la nueva administración deberá manejarse inteligentemente, con independencia, asumiendo una posición soberana que permita conjugar intereses y los necesarios equilibrios internacionales.